18 de Octubre 20

Reseña de un montañero novato en su ascenso a los ibones del Anayet con el grupo de
montaña CMS Monegros.
Pintaba bien, las 7 de la mañana, viento en calma, cielo despejado, 2 grados Celsius y
previsión de buen tiempo en la montaña.
Cuando el común de los mortales desearía pasar alguna jornada en Malibú, este grupo de
chulos-as de Monegros es desde allí de donde parten, aunque no de las playas, sino del bar
situado en la A 131 en las coordenadas: latitud 41° 47’ 32,55’’ Norte, longitud 0° 9’
13,36’’Oeste. Vamos enfrente de la gasolinera de Sariñena en la Avda Fraga.
Una vez que los más madrugadores han tomado un cafépara calentar motores, emprendemos
un viaje que nos llevará por la A131 o la A129 hasta Huesca, de allí cogeremos dirección
Sabiñanigo por la Autovia mudéjar A23, pasado Sabiñanigo nos desviaremos a la derecha por
la N 260 direccion Biescas, llegando a Biescas seguimos rectos por la A136, bla, bla, bla, y
llegamos al pie de la estación de Formigal.
Nuestro destino, el último aparcamiento de las pistas, el parquin de Anayet, aunque alguno no
pudimos resistirnos y ya que teníamos Francia a un tiro de piedra decidimos acercarnos al
extranjero.
Bueno, sinceramente, es lo que contamos, no íbamosa decir que nos pasamos de frenada.
Reunidos por fin en un encuentro fraternal dispuestos a emprender una subida que se
antojaba infinita a los ojos de los inexpertos, nosequipamos para el ascenso.
Alzando la mirada, las vistas eran dignas de una postal, una mezcla de colores otoñales con un
anticipo invernal que delataban las nieves caídas la semana pasada, el ascenso estaba
salpicado de colores ocres amarillos, marrones contrastados con el blanco inmaculado de los
restos de nieve, más patentes en la zonas protegidas del sol naciente, la estampa enmarcada
en un azul limpio y cristalino de un cielo en el que el sol ya había empezado a destacar.
Por fin emprendemos el acenso al pie de los telesillas. Alguno íbamos muy pinchos subiendo y
charrando, bueno, tomando aire y charrando cuando se podía, porque la cuesta era empinada
y costaba adaptarse, no obstante, íbamos cómodos por esa especie de pista en la que nos
encontrábamos, hasta que, el “Chiqui” y Jesús, GPSen mano, nos pegan un grito y alargando
el brazo en la dirección que debíamos ir nos muestran el camino. Y hala, a buscar la senda
buena, que es un decir, porque para buena, la que íbamos.
Ahora sí que es una ascensión, la nieve aunque aún está helada cede bajo nuestros pies y
miramos de elegir los pasos de los que han ido delante de nosotros hoy o ayer. Hay mucha
alegría en el grupo, predispuestos a disfrutar. Alcabo de una hora más o menos llegamos a un
pequeño ibón que me imagino en verano a no ser que llueva debe estar casi seco, pero en
nuestro caso lo vimos a rebosar, fruto de la escorrentía de la nieve que se iba fundiendo.
Resopón, charrada con mascarilla y fotos.
Mirando a los picos de enfrente vemos la silueta dedos buitres que contemplan entretenidos
lo que hacen estos humanos.
Continuamos el ascenso, a partir de aquí ya no es empinado, pues vamos por una ladera en la
que se ve al fondo el barranco de Cuivillas y del que disfrutamos de un salto de agua
sorprendente a mitad de camino, continuamente disfrutábamos de unos paisajes preciosos y
un día excepcional que nos hizo aligerar de ropa, aunos más que a otros, ¿verdad Carlos?
Y por fin llegamos a nuestro destino, los ibones deAnayet, que puedo decir, espectacular, el
pico de Anayet enfrente, reinando sobre el paisaje, a su falda los llanos salpicados de zonas
nevadas entre la vegetación de montaña, el agua cristalina y una vista increíble del mítico
Midi d’ossau, un momento increíble.
Una vez agrupados disfrutamos de unas viandas, aunque un dron insolente estropeaba el
momento idílico con su molesto zumbido, suerte queal poco rato el humano que lo manejaba
decidió que era suficiente por hoy.
Después del descanso, como todo lo que sube ha de bajar, iniciamos el descenso.
Lo que se nos antojó en la subida de la ladera relativamente sencillo, al bajar hubo tramos que
debido al deshielo, la mezcla de barro y nieve y la visión del barranco al fondo, se debió
extremar la precaución, menos mal que teníamos gente veterana que fueron marcando la ruta
y esperando a los rezagados, siguiendo la tónica de todo el día, dando muestras de
compañerismo, donde lo que prima no es quién llega primero si no llegar juntos y disfrutar.
A pesar de todo, la bajada fue rápida, y salvo algún culazo que otro, todo bien.
Reagrupamiento en el parking, alivio de ropa, calzado, y resopón y cerveza en el bar. ¿ Este es
el final? No. Quedaba cumplir con la tradición siempre que se pasa por Hostal de Ipies, una
visita a los chocolate de La Abuela. Un chocolate caliente, la mejor manera de rubricar un día
perfecto.